Todos los organismos necesitan la vitamina C (ácido ascórbico) para vivir y poder desarrollar correctamente las distintas funciones biológicas, pero no todos los seres vivos tienen la capacidad de sintetizarlo (producirlo). El ser humano es uno de ellos junto a los cobayas, algunos primates, ciertos murciélagos, los cerdos de Guinea y algunos peces. Esta particularidad catapulta a la vitamina C a ser una sustancia esencial y por tanto de obligada ingestión en el ser humano a diferencia de, por ejemplo, un perro o un gato que fabrican su propia vitamina C a demanda. Así, ante una situación de stress o de enfermedad un perro tiene la capacidad de producir unos 40 mg/kg en 24 h.
Paradógicamente los primeros primates y con ellos el ser humano, hace unos 63 millones de años, perdimos la capacidad de síntesis de esta vital vitamina debido a la mutación del un gen (1) denominado GULO (que expresa la enzima L-gulonolactona-oxidasa)
La vitamina C interviene el la formación de los tejidos conectivos, el metabolismo de los lípidos y vitaminas, la síntesis de hormonas, neurotransmisores, la función inmune y la cicatrización de los tejidos, entre otras funciones.
Una de sus principales funciones es evitar la oxidación de las membranas celulares (los fosfolípidos) e inhibición de radicales libres. En relación a este último mecanismo multitud de evidencias científicas demuestran que el stress oxidativo es considerado un potente factor de riesgo en la patogénesis de diversas enfermedades entre ellas el cáncer y por supuesto el envejecimiento. La concentración plasmática de ácido ascórbico es inversamente proporcional al riesgo de padecer cáncer (2)(3).
Conforme al principio de Woods, la vitamina C en el tratamiento complementario del cáncer juega un papel relevante por diversos motivos que detallamos a continuación. La similitud química estructural entre la glucosa y la vitamina C es la piedra angular de la posible citotoxicidad selectiva de esta última. Es tal la analogía, que literalmente nuestras células no son capaces de discernir entre ambas moléculas. Esto hace del ácido ascórbico una posible herramienta muy poderosa para poder inhibir (engañar) ciertas rutas metabólicas en las células cancerígenas que son tan sumamente dependientes de la glucosa.
Las células tumorales expresan un mayor número de receptores (transportadores) para la glucosa (GLUT-1)(4)(5)(6) que las células sanas (con dos órdenes de magnitud superior), esto las convierten en células devoradoras de glucosa, pero también, células candidatas a ser hackeadas metabólicamente cuando se incrementa la concentración plasmática de ácido ascórbico. Al depletar de glucosa el espacio intersticial, saturarlo de vitamina C y ser los receptores GLUT-1 sensibles a ambas moléculas por su similitud estructural, las células cancerígenas tienden a incorporan cantidades ingentes de vitamina C, siendo ésta no metabolizable y carente de energía. Por lo tanto la célula cancerígena es posible que vaya mermando su potencial por déficit de sustrato energético.
Este es uno de los posibles efectos metabólicos más importantes del uso intravenoso de la vitamina C (7) (por vía oral no es posible alcanzar concentraciones molares terapéuticas), pero cabe destacar también otras acciones no menos importantes:
Hay que reseñar que las dosis farmacológicas/terapéuticas de ascorbato son imposibles de conseguir mediante la administración por vía oral (38), situación que durante años hizo que se desestimase la eficacia de la vitamina C en el tratamiento de apoyo de los procesos oncológicos. La administración de vitamina C por vía oral puede tener un efecto preventivo en la aparición de ciertos tipos de tumores, pero puede resultar contraproducente en los casos en los que ya está diagnosticado el proceso tumoral y más aún si el paciente está siendo sometido a tratamiento de radioterapia y quimioterapia. Sin embargo, la administración de ácido ascórbico intravenoso constituye a día de hoy uno de los tratamientos concomitantes de apoyo a quimioterapia y radioterapia más seguro y sin efectos secundarios de los que se tiene constancia (39)(40).